Joyerías vs Talleres de orfebrería

Joyerías vs Talleres de orfebrería

Con sus dedos machacados como decía Neruda, oculto, en un altillo, tras bambalinas. El autor de la obra pero el más desconocido, así es la vida del orfebre.

Ya pasó el tiempo en el que las grandes joyerías contaban con una planta de orfebres que recibían los trabajos de los clientes, reparaciones y hechuras. Trabajando siempre apurados, "para ayer", tratando de cumplir con los plazos y los requerimientos de los clientes.

Es difícil encontrarlos en las joyerías hoy en día, ya no están... Trabajan en sus hogares, o en sus propios talleres. El trabajo se ha tercerizado. Es más rentable para las joyerías, las que se han convertido, salvo excepciones, en simples revendedores. Su misión sigue siendo importante: atraer a los clientes con una hermosa fachada, luces, colores, espejos y reflejos, es lo que llama la atención, lo que genera confianza.

Mucho menos glamoroso, pero cálido. Así es el taller del orfebre, con el incesante sonido de los sopletes, motores, pulidoras. Polvo en el ambiente, pasta de pulir, ácido... un entorno poco amigable, hasta oscuro, pero que brilla con cada obra que emerge de sus entrañas.

¿Sabrá quien compra un anillo de brillantes que esa bella y delicada pieza provino de un lugar así? ¿Le daría menos valor a la pieza dado su origen?

Reivindico en este pequeño espacio al creador, punto de partida donde el metal toma su forma y sin el cual muchas piezas que conservas con amor en tu joyero, no existirían.

 

 

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